Sus casas, construidas en madera o chapa o alternadas una y otra, sus balcones de hierro, sus fachadas acanaladas, los cerramientos en rombos con listones de madera que oficiaban de separadores de los distintos ambientes, de elemento decorador y de protección para la luz solar excesiva, el pintoresquismo de fuertes colores que acompañaban la idiosincrasia alegre pero que también respondía a la escasez de recursos económico -pintaban con los sobrantes de pintura en todas sus gamas-, son un fenómeno digno de observar.
Así mismo, la creatividad para no supeditar a su desamparada economía la estética de sus viviendas. Ejemplo de ello, la utilización de la madera como objeto ornamental, alternando la reja y la madera en sus barandales.
La prosperidad económica de parte de un sector de sus residentes hizo posible una variante en la construcción vernácula que consistió en la utilización del ladrillo revocado y el material en casas de planta baja y primer piso, la utilización de vidrios de colores (verdes, rojos y azules) para los vitrales que oficiaban de mamparas, los techos decorados y la mixtura con los tradicionales elementos como chapa y madera, dieron lugar a una renovación no del todo incongruente con sus usanzas.
La acumulación de objetos de arte, enseres y mobiliario por parte de los más acomodados parece haber abonado a la cultura de anticuario y exposición de arte que hoy se sustenta.