El mate es la infusión por excelencia para los argentinos en general y también lo es para los porteños como lo es el té para los chinos o los ingleses.
Consiste en una solución de yerba mate y agua caliente, en algunos casos azucarada -mate dulce- y en otros con carencia total de azúcar -mate amargo o "cimarrón"- por lo que es una bebida caliente.
Del mismo modo ("mate") se llama al recipiente que la contiene en forma de media pera (en sus orígenes se hacía con calabazas pequeñas recortadas).
El resto de los enseres consiste en una bombilla (una cánula de unos 18 cm. de largo finalizado en un cucharín perforado por el que se absorbe la infusión) y una pava, especie de tetera metálica en la que se calienta el agua al fuego.
Su preparación -casi un rito- requiere determinadas operaciones en secuencia: echar la yerba en el mate hasta un poco más de la mitad de su continente, agregar el agua cuidando que no esté tan caliente en la primera cebadura de modo de no quemar la yerba, dejar "hinchar" la misma (que se humedezca lo necesario y casi leude) por unos minutos, introducir entonces la bombilla que quedará aprisionada y por fin, invadir el mate con nueva agua caliente que se succionará por la bombilla.
Tomar el mate en familia o en grupo (compartiéndolo) está vinculado al agasajo, al recreo, al disfrute de un agradable intercambio fraterno y es parte de la sociabilidad cotidiana desde épocas coloniales.