El fundador, Alcalde y primer ocupante de esta zona fue el Dr. Rodrigo Ortiz de Zárate (2).
Se le reconoce también pertenencia de una de las parcelas (“suertes”) a Juan de Garay.
El Convento pasó a ser centro del conjunto de quintas que se extendían hasta lo que hoy son las calles de Cannig y Santa Fe.
Consistían en una casa principal de una sola planta con un mirador. Rodeados de vegetación frondosa, los grandes jardines en los que predominaban las “Santa Ritas” o jazmineros constituían el orgullo de sus propietarios.
El Cementerio (3) fue erigido al mismo tiempo que la Iglesia. Éste sufrió modificaciones durante la Intendencia de Torcuato de Alvear, ocasión en la que se le engalanó con el pórtico que hoy conocemos. Allí están exhumados los restos de grandes personalidades argentinas.
Durante esa misma Intendencia se crearon las más importantes avenidas, así como la construcción de grandes casas solariegas y palacios de estilo mayoritariamente francés que están todavía en pie.
De esta forma se constituyeron dos ámbitos geográficos y sociales bien diferenciados. La población ubicada en la zona sur-sureste, la orillera, constituida por las clases bajas y en terreno alto, la integrada por la clase alta, que se señala emigró de otras zonas bajas cuando la epidemia de fiebre amarilla (1870) en la esperanza de que terrenos altos y baja densidad de población disminuyeran el riesgo.
El establecimiento de la elite en una franja determinada promovió la mendicidad, por lo que en el lugar en que hoy está asentado el Centro Cultural Recoleta tuvo lugar la creación de un Asilo para menesterosos.
Hoy día, la perdurabilidad de árboles añosos añaden un motivo más para la fascinada contemplación del pasado en este barrio.
Doscientos años tienen ya los dos gomeros que se yerguen frente a la Iglesia del Pilar.